lunes, 31 de marzo de 2008

El ojo que no me mira::..


La mañana, al día anterior que se fue. La encontré muy temprano sentada en la puerta de mi casa. Dijo: tenemos que hablar. Sabia que de que me iba hablar y también sabia que era inevitable que me lo dijera. Ya se había aburrido de vivir, por lo menos de hacerlo aquí.

- Me voy-. Dijo secamente. No dejó siquiera una pista de si quería que la acompañara. Me entristeció, porque pase varios días pensando en como decirle que no podría acompañarla sin que eso signifique que no la esperaría.

- Me aburrí de: “¿adonde vamos a llegar?”, así que contéstame otra cosa-. Dijo media molesta media calmada. Era lógico que me dijera eso a pesar que nunca habíamos hablado de ello. Ella también ya había pensado en como convencerme. Al fin: esperanza.

- Pero ni siquiera sabemos sí debemos partir-Ya lo había decidido. Me había convencido. Me iba ir con ella. Estaba convencido de que debía seguirla. Pero quería escuchar que había preparado para convencerme.

- Sí pero ya me aburrí de irme, entiendes, ahora quiero llegar-. Al terminar de decirme esto note que ya no tenía su mirada puesta en mí, estaba mirando sin mirar, ó, viendo por primera vez como eran realmente las cosas…

- Si, pero…y fué cuando ella perdió la calma totalmente

- Pero ya habrá un sitio que nos reciba- dijo enérgica con ese tonito de voz que me molesta entre chillón e insolente.

- Pero tu no quieres irte, quieres volver, no se de donde. Quiero y no puedo ayudarte. Que puedo hacer si tú tan poco sabes que es lo que quieres- solte mis palabras sin pensa en lo que sucedería

- Ya te dije que es lo que quiero.

- Salir de acá de todo esto y luego que Q luego que…

- Quiero irme pero tan bien quiero estar acá para siempre quiero salirme de este país, de esta ciudad, salirme de mi piel. Quiero salir pero me asusta pensar en que no pueda regresar y me enfurezco cada minuto que pasa y no cambia nada de esto.

Fruncí la ceja y antes que pudiese decir algo. Q poniéndose de pie termino de borrarme la ilusión.

- Además no quiero que vengas conmigo.

Me miro con decepción. Miro mis cosas a su alrededor. Miro y corrió. No volvió. No se despidió. Simplemente se largo. Dejándome con el vació pasatiempo de su ausencia… Habíamos pasado muchas cosas juntas. Demasiadas para un solo rompimiento. No la culpo. La odio como se odia lo que una vez se amó. La odio pero la extraño como se extraña esa parte de tí que da la vida, porque hay un vacio donde ella estaba y duele porque es allí donde ella hace falta, ente mi corazón y mi vida.

lunes, 24 de marzo de 2008

Q ( 1º parte)::..

Esta descripción tiene, sin duda, un marco de intenciones. Al fin y al cabo es un punto de vista. Un ejercicio escolar. Una eyaculacion de ideas nada más.

Sólo comentaré algunos rasgos de mi protagonista a la cual llamaremos, muy convenientemente Q. Si puedes hacerte una idea acerca de ella, bien, si no, es igual, tampoco vamos a resolver mucho con esto lo único que si quedará claro que debo mejorar mi forma de describir u observar, para el caso vendría a ser casi lo mismo.

Puedo comenzar hablando de su mano que veo agitarse, a contraluz, diciendo adiós como los niños yéndose al parque, sólo que ella no se marchó. Se largo.

También puedo empezar hablando acerca de sus ojos, que son tan recomendables que te dan como alternativas: te quedas con uno o con otro, el que me mira, el que no. Yo elegí, al final, quedarme con el no me mira.

Mejor aún puedo hablar de la línea que baja de su ombligo. La quise recorrer y ella la borró como se borran las huellas de un delito: con la lengua.

Puedo hablar de su hombro, redondo, donde buscaba un sitio, un acomodo. Allí me clavé un hueso astillado que me hizo herida y que gracias a Dios fue tan profunda que dejo cicatriz (puedo hablar de cualquier parte de su piel, porque en cada parte tenemos una anécdota. En cada parte de su cuerpo tenemos algo que recordar y extrañar).

Puedo hablar de su pelo. De la parte de atrás de su cabeza. Al alejarse de mí. Si creo que eso haré. Aunque sería conveniente decir que ella decidió alejarse de todos. Porque no podía olvidar. Decidió simplemente dejar de ser lo que era, para volverse cualquier cosa. No pensaba en que le esperaba, y ese, quizás, fue su más grande error.

Las acosas, cuándo apresuradas, tienden a ser más próximas al fracaso que al éxito. Nadie intento persuadirla –mucho menos yo, obviamente- de que hiciese lo contrario así es como empezó su historia, ó, quizás la mía. Da lo mismo. No regresará.

Ella se debe al dolor, se debe a la ingratitud de la vida. Ella lo dio todo y justamente eso fue lo que perdió, todo. Aun así siempre tiene lugar para esa alegría tan irresponsable que al final termina en la conjunción de gotitas diluyéndose por el ámbar de sus labios, que aún no terminan de arquearse.

Bueno algo así es ella, más o menos. Para ser más exactos ella es todo esto escrito y a su vez distinta a lo contado. Una autentica niña encerrada en un frasco adolescente de 40 años de edad mental, o sea: una mujer. Un autentico orgullo para los de su especie y un autentico placer para los de la mía.

Si recorriera su mano ahora, ella me diría, seguramente, que soy un exagerado, que la alucino demasiado, que ella no es ninguna cosa idealizable. Pero no se debe a su modestia, sino a su inteligencia, sabe muy bien que no es amor lo que yo siento por ella, es una especia de necesidad biológica. Un impulso. Un acto reflejo de correr hacia ella cuando la veo, cuando la escucho, cuando la siento… -tu sabes de que hablo Q-.