lunes, 24 de marzo de 2008

Q ( 1º parte)::..

Esta descripción tiene, sin duda, un marco de intenciones. Al fin y al cabo es un punto de vista. Un ejercicio escolar. Una eyaculacion de ideas nada más.

Sólo comentaré algunos rasgos de mi protagonista a la cual llamaremos, muy convenientemente Q. Si puedes hacerte una idea acerca de ella, bien, si no, es igual, tampoco vamos a resolver mucho con esto lo único que si quedará claro que debo mejorar mi forma de describir u observar, para el caso vendría a ser casi lo mismo.

Puedo comenzar hablando de su mano que veo agitarse, a contraluz, diciendo adiós como los niños yéndose al parque, sólo que ella no se marchó. Se largo.

También puedo empezar hablando acerca de sus ojos, que son tan recomendables que te dan como alternativas: te quedas con uno o con otro, el que me mira, el que no. Yo elegí, al final, quedarme con el no me mira.

Mejor aún puedo hablar de la línea que baja de su ombligo. La quise recorrer y ella la borró como se borran las huellas de un delito: con la lengua.

Puedo hablar de su hombro, redondo, donde buscaba un sitio, un acomodo. Allí me clavé un hueso astillado que me hizo herida y que gracias a Dios fue tan profunda que dejo cicatriz (puedo hablar de cualquier parte de su piel, porque en cada parte tenemos una anécdota. En cada parte de su cuerpo tenemos algo que recordar y extrañar).

Puedo hablar de su pelo. De la parte de atrás de su cabeza. Al alejarse de mí. Si creo que eso haré. Aunque sería conveniente decir que ella decidió alejarse de todos. Porque no podía olvidar. Decidió simplemente dejar de ser lo que era, para volverse cualquier cosa. No pensaba en que le esperaba, y ese, quizás, fue su más grande error.

Las acosas, cuándo apresuradas, tienden a ser más próximas al fracaso que al éxito. Nadie intento persuadirla –mucho menos yo, obviamente- de que hiciese lo contrario así es como empezó su historia, ó, quizás la mía. Da lo mismo. No regresará.

Ella se debe al dolor, se debe a la ingratitud de la vida. Ella lo dio todo y justamente eso fue lo que perdió, todo. Aun así siempre tiene lugar para esa alegría tan irresponsable que al final termina en la conjunción de gotitas diluyéndose por el ámbar de sus labios, que aún no terminan de arquearse.

Bueno algo así es ella, más o menos. Para ser más exactos ella es todo esto escrito y a su vez distinta a lo contado. Una autentica niña encerrada en un frasco adolescente de 40 años de edad mental, o sea: una mujer. Un autentico orgullo para los de su especie y un autentico placer para los de la mía.

Si recorriera su mano ahora, ella me diría, seguramente, que soy un exagerado, que la alucino demasiado, que ella no es ninguna cosa idealizable. Pero no se debe a su modestia, sino a su inteligencia, sabe muy bien que no es amor lo que yo siento por ella, es una especia de necesidad biológica. Un impulso. Un acto reflejo de correr hacia ella cuando la veo, cuando la escucho, cuando la siento… -tu sabes de que hablo Q-.

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